Héctor Muciño
El breakdance o breaking fue presentado como uno de los nuevos deportes que buscaban consolidarse en la mayor justa deportiva a nivel mundial: Los Juegos Olímpicos, sin embargo, todo parece indicar que esta disciplina no logró encantar a los espectadores.
Tras las expectativas que se generaron sobre este deporte, se buscó destacar su origen urbano que se dio mayormente en los barrios de Estados Unidos en décadas del siglo pasado, sumado a valorar las técnicas que los atletas deben dominar para poder realizar una serie de bailes complejos.
Para los Juegos Olímpicos, la propuesta era sencilla, tras ver el éxito que tuvieron otros deportes como el BMX y el Skateboarding se intentó replicar la fórmula, traer una nueva disciplina que diera frescura a esta justa y fuera lo suficientemente “novedosa” para captar la atención de los más jóvenes.
Antes de su debut, que terminó en una rotunda despedida, los ecos ya sonaban en torno al Comité Olímpico Internacional (COI), pues había constantes cuestionamientos sobre por qué se estaba considerando a esta danza de la cultura hip-hop como un deporte de alto rendimiento.
La justificación del COI y la Federación Internacional de Baile Deportivo (WDSF por sus siglas en inglés) es que el breakdance combina la danza con el atletismo, “en una forma de arte altamente expresiva y competitiva”.
Asimismo, enfatizan que gran parte de los movimientos requeridos conllevan fuerza y exigen destreza atlética, sumado a que los “breakers” deben dominar los “freezes”, que son técnicas que desafían la gravedad por la precisión y equilibrio que se debe tener.
A estas alturas podríamos decir que de forma técnica o en papel, es una realidad que para dominar el breakdance a nivel competitivo se necesita experiencia y un dominio físico, como en cualquier deporte, pero ¿por qué esto no fue suficiente?
¿“Raygun”, el principio y el fin del breaking en Olímpicos?
La polémica que se generó en los últimos días lleva mayormente el nombre de Rachael Gunn, una “breaker” profesional de Australia, esto tras su presentación en París 2024.
Tras su paso por tierras parisinas, la atleta fue foco de distintas críticas por parte de la prensa internacional, así como de los espectadores que se sintieron atraídos en un inicio por este deporte que se sumaba al abanico de opciones que pueden traer un evento deportivo tan grande como este.
La deportista de 36 años de edad perdió los tres duelos que disputó en la capital francesa, sin embargo, sus pasos de baile pusieron en jaque al “street dance”, pues a ojos de un público que desconocía esta disciplina y de una prensa que también buscaba aprender más, su exhibición podría haber sido catalogada como “polémica”.
“No me di cuenta de que eso también abriría la puerta a tanto odio”, respondió la bailarina en sus redes sociales a las críticas que ha sufrido.
Los Ángeles 2028 dan la razón y descartan al breakdance
Un debut y despedida, eso es lo que podríamos decir que quedó de esta nueva disciplina tras París 2024, sin embargo, no quiere decir que el breaking sea “un mal deporte” o una disciplina que no valga la pena ver, solo quizá, el público y los Juegos Olímpicos no son su lugar.
La próxima sede de los Juegos Olímpicos 2028, Los Ángeles, dio a conocer que deportes estarán presentes dentro de cuatro años y sin titubear le dieron el adiós a los “B-Girls” y “B-Boys”.
Quedó confirmado que para la siguiente edición se sumarán otros deportes y por ello tienen que ser eliminados. Cabe destacar que el COI permite que la ciudad o país sede propongan, por eso podremos ver el cricket, flag football, beisbol, softball, lacrosse y squash.
La narrativa inicial no fue suficiente para evitar el rechazo
Sin pena ni gloria el breakdance terminó su unión con los Juegos Olímpicos con un comunicado en seguimiento a la situación que ha sufrido la B-Girl “Raygun”, pues no ha dejado de ser víctima de ciberacosos en crítica a lo que hizo en París 2024.
“WDSF se posiciona firmemente en contra de cualquier forma de acoso o abuso, lo que incluye el ciberacoso. Nuestros atletas merecen respeto y apoyo mientras persiguen sus sueños”.
Además, remarcaron que el breaking pertenece a la cultura del Hip-Hop y buscarán defender los valores de la “paz, amor, unidad y diversión”.
Sin embargo, todo parece indicar que así como comenzó la historia terminó de manera similar, pues la narrativa de generar empatía con el público trayendo algo de una cultura urbana no fue suficiente para generar algo, quizá para algunos pudo verse de la misma forma que una “inclusión forzada”.
¿Esto es malo para las personas que practican breakdance o para su deporte?
En voz de su servidor que pudo tener contacto con personas que practican esta disciplina y que llevan su vida viviendo de ella, yo diría que este deporte es digno de ver para el público que de verdad se siente en sintonía con las culturas callejeras y/o urbanas.
Pese a la separación temporal o definitiva con Juegos Olímpicos, el breaking no verá su fin porque precisamente es una representación de algo más que un deporte, sino de una cultura entera que vio sus principios en la ya lejana década de los 70, en calles del Bronx, en Nueva York.
Sus pasos de baile y su razón de ser nacieron como parte de una protesta, una forma de expresión entre quienes lo practicaban y por eso mismo, su motivo no acabo con esta exclusión.
Breakers se sintieron raros, extrañados pero al mismo tiempo maravillados de poder codearse con otros atletas en Juegos Panamericanos o en los Olímpicos, sin embargo, pareciera que dentro de ellos sabían que estas competencias no son el lugar para un deporte como el que ellos practican.
Luego de que quien escribe esta columna tuvo la oportunidad de hablar con Max Barrera, un skater profesional mexicano, el panorama pudo ser más claro, pues en palabras del deportista… “Cuando llegó la competitividad a los deportes callejeros se acabó la diversión y el amor por ellos”.